**El costo real de los alimentos supera lo que pagamos en la caja, revela Kathleen Merrigan**
Tras años de incrementos en los precios de los alimentos impulsados por la pandemia, la inflación en los precios de los alimentos al detalle está disminuyendo. Esto representa una buena noticia para los consumidores, en especial para aquellos de hogares con bajos ingresos que destinan una mayor proporción de sus ingresos a la alimentación. Sin embargo, el coste de los alimentos va más allá de lo que se paga en la tienda. La producción, procesamiento, transporte y comercialización de alimentos generan costes a lo largo de toda la cadena de valor. Muchos de estos costes son asumidos por la sociedad en su conjunto o por comunidades y regiones específicas.
Un ejemplo claro es el desperdicio de alimentos, que ocupa un cuarto del espacio en los vertederos de EE.UU., donde su descomposición genera metano, contribuyendo al calentamiento global. Explorar estos costes ocultos de la alimentación es el primer paso para reducirlos. La clave está en la contabilidad de costes reales, un método que examina los impactos económicos, ambientales, sociales y de salud de la producción y consumo de alimentos para ofrecer una imagen más amplia de sus costes y beneficios.
El informe “El estado de la alimentación y la agricultura” (SOFA) 2023 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura evalúa cuánto más nos cuestan los alimentos más allá de lo que los consumidores pagan en la tienda. Utilizando la contabilidad de costes reales, el informe calcula que el coste global del sistema agroalimentario en 2020 fue de hasta 12,7 billones de dólares estadounidenses más de lo que los consumidores pagaron al por menor. Esto equivale a aproximadamente el 10% del producto interno bruto global o 5 dólares por persona al día en todo el mundo.
La contabilidad de costes reales busca hacer visibles estas externalidades. Para ello, los académicos analizan datos relacionados con costes y beneficios ambientales, de salud, sociales y otros, los suman y calculan una etiqueta de precio que representa lo que realmente cuestan los alimentos.
El informe SOFA 2023 revela patrones claros. De los 12,7 billones de dólares en costes ocultos a nivel mundial que contabiliza, el 39% son generados por países de ingresos medios-altos y el 36% por países de altos ingresos. Para estos últimos, el 84% de los costes ocultos provienen de patrones dietéticos no saludables.
En contraste, el 50% de los costes ocultos en países de bajos ingresos provienen de costes sociales derivados de la pobreza y desnutrición. El informe estima que los ingresos de las personas pobres que producen alimentos en países de bajos ingresos necesitarían aumentar un 57% para que estos trabajadores obtengan suficientes ingresos y calorías para vidas productivas.
Merrigan cree que la forma más efectiva de abordar los costes ocultos sería cambiar las políticas gubernamentales que proporcionan 540 mil millones de dólares en subsidios agrícolas a nivel mundial cada año. Las agencias de la ONU han instado a los líderes mundiales a redirigir estos subsidios para reducir impactos negativos.
La contabilidad de costes reales puede ayudar a redirigir el dinero lejos de sistemas de producción dañinos hacia alternativas que protejan recursos y comunidades rurales, reduciendo así los costes ocultos de alimentar al mundo.
Kathleen Merrigan es Directora Ejecutiva del Swette Center for Sustainable Food Systems en Arizona State University. Este artículo se republica desde The Conversation bajo una licencia Creative Commons.