Los emblemáticos quioscos de prensa de Italia enfrentan un futuro incierto ante el descenso de las ventas de periódicos, una tendencia que ha llevado al cierre de miles de estos establecimientos en todo el país. Fabiano Pompei y Marco Volpini, propietarios de quioscos de noticias en Roma, han decidido bajar sus persianas definitivamente, uniéndose a la larga lista de dueños que han tenido que renunciar a un negocio familiar que, en algunos casos, se ha extendido por generaciones.
El descenso en las ventas de periódicos ha sido implacable. Según datos de ADS, en 2004 se vendían alrededor de 9.54 millones de periódicos diarios en los quioscos, cifra que para 2014 había descendido a 2.6 millones y que para enero de 2024 apenas alcanzaba los 950,000 ejemplares. La Cámara de Comercio Italiana informó que solo en los últimos cuatro años, 2,700 quioscos han cerrado, lo que representa una caída del 16% a nivel nacional, con un descenso del 21% en Roma.
Los quiosqueros, como Stefano di Persio, han intentado adaptarse vendiendo souvenirs y otros artículos para turistas, pero reconocen que si tuvieran que depender exclusivamente de la venta de periódicos, habrían tenido que cerrar hace tiempo. A pesar de los incentivos gubernamentales ofrecidos este año, que ascienden hasta los 2,000 euros, los propietarios de quioscos son escépticos sobre la efectividad a largo plazo de estas ayudas.
La transformación digital y el cambio en los hábitos de consumo de información han dejado a los quioscos de noticias en una posición vulnerable. Alessio Cornia, profesor asistente especializado en periodismo en la Dublin City University, señala que la disminución en la circulación de periódicos es una tendencia estable y descendente que lleva décadas y no muestra signos de cambio.
La comunidad local lamenta esta transición. Los quioscos no solo son puntos de venta, sino también centros sociales donde se comparten noticias y se mantiene el tejido comunitario. El cierre de estos establecimientos no solo es visto como una pérdida económica sino también como un fracaso cultural, en palabras de Eufemia Curci, una profesora jubilada.
En un esfuerzo por mantenerse a flote, algunos quioscos han optado por convertirse en máquinas automáticas de distribución de periódicos. Sin embargo, para muchos propietarios como Pompei, cuyo intento de transformar su quiosco en una librería no dio frutos, el sueño del negocio familiar ha llegado a su fin. Con nostalgia pero resignación, Pompei y otros dueños cierran sus quioscos, símbolos durante décadas del acceso cotidiano a la información impresa en Italia.
