El Tribunal Supremo de los Estados Unidos ha emitido una decisión significativa al mantener una disposición de la reforma fiscal corporativa de 2017, conocida como el impuesto de repatriación obligatoria. Este impuesto grava las ganancias no distribuidas de las acciones estadounidenses en corporaciones extranjeras donde los estadounidenses poseen la mayoría. Un matrimonio estadounidense había cuestionado la constitucionalidad de este impuesto único, que se impuso sobre las ganancias después de 1986 y aumentaría su factura fiscal en aproximadamente $15,000. Sin embargo, con una votación de 7-2, el tribunal dictaminó que el impuesto no viola la Constitución.
Detalles del Caso
El juez Brett Kavanaugh escribió la opinión mayoritaria. Subrayando que la decisión del tribunal era limitada, Kavanaugh señaló que una decisión contraria “podría hacer inconstitucionales vastas extensiones del Código de Rentas Internas”. El Congreso promulgó el impuesto en 2017 como parte del plan del entonces presidente Donald Trump para reformar el código tributario. El impuesto, que se esperaba recaudara aproximadamente $300 mil millones en 10 años, se aplicaba a todas las ganancias de una corporación extranjera controlada después de 1986, independientemente de si se distribuían a los accionistas o si los accionistas poseían las acciones cuando la corporación generó las ganancias sobre las cuales se les está gravando.
En 2005, la pareja estadounidense en el centro del caso, Charles y Kathleen Moore, invirtieron $40,000 en una corporación india, KisanKraft, que suministra herramientas modernas a pequeños agricultores en India. A cambio, recibieron el 13% de las acciones de la empresa, pero durante los siguientes 12 años no recibieron ninguna distribución o dividendo de KisanKraft, que en su lugar reinvirtió sus ganancias en el negocio.
Argumentos y Decisión
Los Moore acudieron a un tribunal federal buscando un reembolso de los $15,000 adicionales en impuestos que pagaron como resultado del impuesto de repatriación obligatoria. Argumentaron que el impuesto viola la cláusula de reparto de la Constitución, que requiere que los impuestos se impongan de manera proporcional a la población del estado, porque gravaba su propiedad personal, en lugar de cualquier ingreso de la corporación. Y aunque la 16ª Enmienda de la Constitución establece una excepción a la cláusula de reparto para los impuestos sobre la renta, alegaron que las ganancias de KisanKraft no calificaban como su ingreso porque nunca las recibieron.
En su fallo de 24 páginas, la mayoría no resolvió la cuestión de si —como sostenían los Moore y disputaba el gobierno— la Constitución requiere que los ingresos se realicen antes de poder ser gravados. En cambio, Kavanaugh explicó que la verdadera “pregunta precisa y limitada” ante los jueces era si el Congreso puede atribuir ingresos que una entidad ha realizado pero no distribuido a sus accionistas o socios y luego gravar esos ingresos. Para Kavanaugh y los cuatro jueces que se unieron a su opinión —el presidente del Tribunal Supremo John Roberts y los jueces Sonia Sotomayor, Elena Kagan y Ketanji Brown Jackson— la respuesta estaba clara a partir de los “precedentes de larga data” del Tribunal Supremo: sí.
Además, Kavanaugh continuó, “en un esfuerzo por contener el radio de explosión de su teoría legal”, los Moore han concedido que otros impuestos —como los impuestos sobre sociedades, los impuestos sobre S-corporations y los impuestos bajo la subparte F del Código de Rentas Internas, que se aplica a las corporaciones extranjeras controladas por estadounidenses— son constitucionales. Debido a que los Moore “no pueden distinguir significativamente” el impuesto de repatriación obligatoria de esos otros impuestos, razonó Kavanaugh, su argumento “llevado a su conclusión lógica” significaría que otras partes del código también son inconstitucionales —lo que podría costar al gobierno federal “billones en ingresos fiscales perdidos”.
La jueza Amy Coney Barrett, en una opinión a la que se unió el juez Samuel Alito, estuvo de acuerdo con la decisión del tribunal de mantener el fallo del tribunal inferior a favor del gobierno pero no con el razonamiento de sus colegas. En su opinión, “el poder del Congreso para atribuir los ingresos de las corporaciones cerradas a sus accionistas es una cuestión difícil —y desafortunadamente, las partes apenas lo abordaron”. Debido a que los Moore han concedido que la subparte F es constitucional y esa sección del Código de Rentas Internas “no es significativamente diferente del MRT en cómo atribuye ingresos corporativos a los accionistas”, concluyó, los Moore no han cumplido con su carga para demostrar que tienen derecho a un reembolso.
El juez Clarence Thomas disintió de la decisión del tribunal, en una opinión a la que se unió el juez Neil Gorsuch. Argumentó que para fines de la 16ª Enmienda, “ingreso” es solo el ingreso que un contribuyente recibe. Y debido a que los Moore “nunca recibieron realmente ninguna de sus ganancias de inversión”, sostuvo, “esas ganancias no realizadas no podrían ser gravadas como ‘ingresos'”.
Thomas fue muy crítico con lo que caracterizó como el “corazón consecuencialista” de la opinión mayoritaria. Thomas estuvo de acuerdo con Kavanaugh en que la Constitución no exige la “calamidad fiscal” de requerir al Congreso cortar programas o aumentar impuestos. “Pero, si el Congreso invita a la calamidad al construir la base tributaria sobre arenas movedizas constitucionales”, advirtió Thomas, “el Poder Judicial otorgado a este Tribunal no incluye el poder para diseñar una salida de emergencia”.
Thomas también sugirió que la mayoría “aparentemente cree que una aplicación generosa de dicta” —es decir, lenguaje que no es necesario para el fallo del tribunal y no es vinculante en casos futuros— “protegerá contra impuestos inconstitucionales”, como un impuesto sobre la riqueza, en el futuro. “Pero”, advirtió Thomas, “si el Tribunal no está dispuesto a mantener limitaciones sobre el poder tributario en casos costosos, dicta barata no hará ninguna diferencia”.