Con el capital político de Donald Trump alcanzando nuevas alturas—tras sobrevivir un intento de asesinato y protagonizar una convención producida con gran destreza, mientras el Presidente Biden permanece en casa con Covid, todo en una semana—los líderes empresariales deben revisar sus escenarios para una presidencia de Trump. Deben mantener tres factores en el centro de sus análisis:
La postura de Trump sobre impuestos y regulación
Trump no podrá repetir completamente el gran triunfo que entregó a los negocios en su mandato anterior. El candidato Trump hizo dos promesas a los negocios estadounidenses en 2016, y en el cargo cumplió ambas: reducir los impuestos empresariales y frenar el fervor regulatorio. Está haciendo esas mismas dos promesas ahora, pero el entorno actual es marcadamente diferente.
En su primer año como Presidente, el Congreso aprobó y él firmó la Ley de Recortes de Impuestos y Empleos, una reforma histórica de los impuestos personales y empresariales. Notablemente, redujo la tasa del impuesto corporativo del 35% al 21%. El problema de Trump es que no puede prometer una reducción remotamente cercana a esa profundidad nuevamente porque reduciría los ingresos fiscales corporativos a un goteo. Ha dicho que reduciría la tasa del 21% al 20%, pero las empresas apenas notarían la diferencia, y en cualquier caso, el Congreso tendría que estar de acuerdo. No podría contar con eso. Mientras los republicanos controlaban el Senado y la Cámara en 2017 y 2018, los demócratas ahora controlan el Senado, e incluso algunas encuestas recientes que muestran una victoria de Trump también muestran un fuerte apoyo a los candidatos demócratas al Senado.
Por el contrario, cumplir con su segunda promesa, frenar a los reguladores, estaría casi enteramente dentro de su poder porque los principales organismos reguladores están en el poder ejecutivo. Los líderes empresariales podrían esperar una serie de órdenes ejecutivas regulatorias el día de la inauguración o poco después, tal como la última vez. El ex CEO de Dow Chemical, Andrew Liveris, dijo a Fortune en 2019: “El cambio de actitud fue palpable.”
Las posiciones de Trump sobre comercio e inmigración
Curiosamente, Trump parece más comprometido con las políticas que los líderes empresariales menos gustaron en su mandato anterior. Esas políticas afectan el comercio y la inmigración. A principios de 2018, Trump lanzó su guerra comercial a gran escala, librada principalmente contra China pero también dirigida a Argentina, Brasil, Canadá, la Unión Europea, India, México y Corea del Sur, la mayoría de los cuales respondieron con aranceles retaliatorios. Los CEO lo odiaban. En septiembre de 2019, una encuesta de Conference Board reveló una caída vertiginosa en la confianza de los CEO. Una pregunta abierta les preguntó qué les preocupaba más. Su respuesta número uno: aranceles y guerras comerciales.
Trump dice que sería aún más agresivo esta vez. En su mandato anterior puso aranceles de hasta el 25% en ciertos productos chinos. Ahora propone un arancel del 60% en todas las importaciones de China más un arancel del 10% en todas las importaciones de cualquier lugar. El resultado sería un nivel de proteccionismo estadounidense no alcanzado desde la Gran Depresión bajo los aranceles Smoot-Hawley.
Los líderes empresariales también detestaron las políticas antiinmigración de Trump. Silicon Valley quería doctores en filosofía (PhD) de todo el mundo. Los agricultores y las empresas constructoras sufrían sin inmigrantes. Ahora promete “la mayor deportación de inmigrantes ilegales en la historia de Estados Unidos.” Tales declaraciones asustan a los inmigrantes potenciales, incluidos los legales.
A Trump le gusta la imprevisibilidad—los negocios la odian
Casi con certeza seguirá siendo altamente impredecible, lo que considera una gran fortaleza. En su libro de 2006
Las apuestas para los negocios siempre son altas en una elección presidencial. Por esa razón, vale la pena el tiempo y esfuerzo necesarios para que los empresarios creen múltiples escenarios detallados—quién es Presidente, qué partido controla el Congreso, cuál es el estado de la economía—y asignen probabilidades a cada uno. Luego enumerar las respuestas detalladas de la empresa a cada uno. El modelo para tal ejercicio es lo que hizo la compañía de gestión de inversiones Pimco en la crisis financiera de 2008, justo antes de lo que se conoció como Lehman Weekend. Los líderes de Pimco pensaron que solo había un 5% de probabilidad de que Lehman Brothers fallara durante el fin de semana y no fuera rescatado por el gobierno o comprado por otra compañía—pero eso fue lo que sucedió. Mientras otras firmas de Wall Street se apresuraban, los empleados de Pimco sabían qué hacer el lunes por la mañana y salieron del tumulto en gran parte indemnes.
Esa es la clase de preparación que rendirá frutos si Estados Unidos elige a un Presidente orgullosamente impredecible.
